Joaquín Manchado gobierna con puño de hierro su emporio de la droga desde el puerto de Barcelona, hasta que un nuevo envío da un vuelco a su negocio y su familia.
Oculta entre los millones de toneladas de mercancía que recibe cada año, el puerto de Barcelona es una de las principales puertas de entrada de la cocaína a Europa. Un tráfico ilegal que sería imposible sin la complicidad del personal portuario: un secreto a voces que inspiró a Luis Quílez, director de Bajo cero, a convertir el puerto de la Ciudad Condal en el escenario de su última serie.
Así, Mano de hierro se suma a la ristra de series sobre el narcotráfico en España, cuyo máximo exponente es Fariña, con un giro novedoso: los protagonistas de su historia no son ni los capos más poderosos ni la parte más baja de la cadena trófica del narcotráfico. La nueva serie de Luis Quílez pone el foco en un colectivo intermedio que suele pasar desapercibido, a pesar de cumplir una función esencial: los estibadores, encargados de cargas y descargar la mercancía de los contenedores que llegan al puerto. Un grupo críptico y cerrado, formado normalmente por familias, y al que es muy complicado acceder.
A primera vista, Joaquín Manchado (Eduard Fernández) podría parecer un vecino cualquier de la ciudad de Barcelona, pero nada más lejos de la realidad: es el propietario de la principal más importante de su puerto, que dirige con mano de hierro, tanto metafórica como literalmente, puesto que le falta una mano que ha sustituido con una prótesis en forma de garfio. Joaquín aprovecha su posición para lucrarse ayudando a introducir cargamento ilegal en el puerto, apoyado por un entramado criminal de su propia creación, entre los que figuran Víctor (Chino Darín), Roman (Sergi López), Ricardo (Enric Auquer), Néstor (Jaime Lorente) y Rocío (Natalia de Molina).