Isabel I, hija de Enrique VIII y Ana Bolena, -que murió decapitada cuando Isabel tenía tan sólo dos años-, tiene que demostrar al mundo y a sus súbditos que es capaz de gobernar con firmeza en un mundo de hombres. Sus victorias militares y sus logros políticos son recibidos con entusiasmo por la población, pero el Parlamento y sus consejeros están perdiendo la paciencia por la falta de decisión de la reina a la hora de elegir esposo.
Todos los pretendientes son rechazados, mientras mantiene una relación profunda y apasionada con Robert Dudley, primer conde de Leicester, y posteriormente, con el joven y ambicioso Robert Devereux, conde de Essex, que, irónicamente, había sido criado por su padrastro, el Conde de Leicester, anterior amante de la reina.
Durante su reinado cosechó múltiples triunfos políticos-como la derrota de la Armada Invencible española, la recuperación de la economía del país y la consolidación del protestantismo, pero en lo concerniente a su vida amorosa y a pesar del empeño del Parlamento en hacer una cuestión de estado su obligación de casarse, ni las guerras, ni la traición, ni la enfermedad consiguieron doblegar la voluntad de Isabel I en su decisión de no casarse, para no tener que ceder parte de su poder a un rey consorte. Sus súbditos acuñaron, entonces, el sobrenombre de 'reina virgen', con el que pasaría a la historia.