Escocia, año 1982. Robert de Metz, Gran Maestre de la Orden de los Templarios, guardianes del Santo Sepulcro, acompañado por dos hombres de confianza, acceden al castillo de Rosslyn, donde los hermanos Pagan y Ares Saintclair se atrincheran siguiendo instrucciones de su hermana Lucrezia. La astuta y despiadada Lucrezia es la Gran Priora de la secreta Orden del Priorato de Sion, -rama separada de los Templarios hace 700 años que desde entonces tratan de instaurar el dominio del mal-.
Lucrezia es enemiga de De Metz, pero es también la madre del hijo de ambos, David, que finalmente será secuestrado por De Metz y sus hombres gracias a su espada mágica y su sangre especial, que le hace invulnerable. Han pasado diecisiete años desde entonces y David se ha convertido en un joven rebelde que cree que sus padres han muerto. No sabe absolutamente nada de su origen ni de los seguidores de su padre, que le vigilan constantemente. Ha crecido bajo la protección de Quentin, un padre jesuita y su profesor de religión. Quentin no ha perdido de vista a David desde que ha recibido la visita de De Metz ya que le preocupan una serie de misteriosas alusiones.
Como la mayoría de la gente, cree que la Orden de los Templarios fue aniquilada en el siglo catorce y con ella desapareció su poder. Cuando la sangre de David es analizada tras una pelea del joven en una fiesta, el Padre Quentin se queda perplejo: la sangre del chico se congela inmediatamente y las heridas más profundas se curan por sí solas a gran velocidad. Pronto conocerá su verdadera identidad pues está destinado a dirigir el destino de la Orden.