En la ciudad fronteriza de Nome, Alaska, hay una fiebre del oro. Pero nunca antes ha visto minas de oro como esta; aquí, el metal precioso no se encuentra en el suelo. Está ubicado en el lugar más improbable: el fondo del frígido e impredecible Mar de Bering. Y hay un puñado de personas dispuestas a arriesgarlo todo para sacarlo a la superficie.