“Si quieres ser un constructor de barcos, tienes que haber nacido para serlo”. Con esta frase resume uno de los protagonistas de “Mi fábrica” la importancia que tiene para él su puesto de trabajo. No se trata únicamente de un sueldo, es también el orgullo de un oficio, la dignidad conseguida generación tras generación. Los ingresos de un tercio de los habitantes de la ciudad alemana de Wismar dependen de Wadan Yards, una empresa constructora de barcos. En agosto de 2008 un inversor ruso compra la empresa. El futuro parece seguro. Pero cuando empieza la crisis mundial, 5.000 puestos de trabajo entran en peligro. Una película sobre la dignidad del trabajador y un ejemplo bello y contundente de lo que hay detrás del concepto abstracto de la “crisis”.