El camino lleva a alguna parte.
Max, un presidiario recién salido de la cárcel, maduro, camorrista y pendenciero, encuentra en la carretera, mientras hace autostop, a Lionel, un vagabundo sin destino, mucho más joven que él y de una gran ingenuidad y candidez, al que ofrece la posibilidad de unirse a él como socio en el negocio de lavado de automóviles que pretende montar en Pittsburgh, y con el que aspira a poner fin a su carrera de habitante perpetuo de todo tipo de prisiones.