En una clase de astronomía, un viejo sabio presenta a un grupo de traviesos estudiantes un eclipse, a través de un arco ojival del laboratorio. Luego se produce un corte y las nubes dejan al descubierto un sol con rostro humano. Tal como había dibujado el profesor en la pizarra, la luna se desplaza hacia la órbita del sol. Lo curioso es que esta luna con cara de efebo regordete entra en el deliquio según se aproxima a la estrella; y el momento del encuentro se convierte en una especie de coyunda nada platónica de la que la luna sale totalmente satisfecha y el sol un tanto huraño.