Érase una vez un anciano Rey que se sintió enfermo y pensó: "Sin duda es mi lecho de muerte éste en el que yazgo". Y ordenó: Que venga mi fiel Juan. Era éste su criado favorito, y lo llamaban así porque durante toda su vida había sido fiel a su señor. Cuando éstuvo al pie de la cama, le dijo el Rey: Mi fidelísimo Juan, presiento que se acerca mi fin, y sólo hay una cosa que me atormenta: mi hijo, es muy joven todavía y no siempre sabe gobernarse con tino. Si no me prometes que lo instruirás en todo lo que necesita saber y que velarás por él como un padre, no podré cerrar los ojos tranquilo.