Partidas de caza en el bosque... Pero el cadáver que se encuentra no es de un ciervo, sino de un cazador. Horriblemente mutilado. La caja torácica abierta, las vísceras arrancadas, múltiples marcas de mordiscos... y como toque final, una ramita de roble mojada en su propia sangre colocada entre sus dientes. La víctima no es un joven cualquiera. Era Jürgen von Geyersberg, el heredero de una de las mayores fortunas de Alemania, al otro lado de la frontera.