Niémans sigue la pista de un monje cuyo hábito puede verse a la luz de la luna. Niémans lo pierde, pero finalmente lo alcanza. Demasiado tarde. El hermano Guillaume agoniza, pero con su último aliento es capaz de decir "la espada y la serpiente" mientras muestra la palma de su mano izquierda, tatuada en azul.