El capítulo arranca con el hallazgo del cadáver de un buceador en el río Hudson. La autopsia revela que no se trata de un accidente, ya que los forenses encuentran restos de cianuro en el tejido pulmonar de la víctima. Otros restos orgánicos encontrados en el cuerpo llevan a los C.S.I. a un arrecife artificial formado por restos de viejos vehículos. Cuando se sumergen a inspeccionar, encuentran el cadáver de un segundo buzo asesinado de la misma manera. Sin embargo, el estudio forense indica que ambas víctimas murieron en los alrededores de un barco hundido en 1700 sobre el que circula el rumor de que alberga un tesoro. Una moneda de oro encontrada en el traje de uno de ellos corrobora esta hipótesis, pero Stella descubre que se trata de una pieza falsa y el equipo deduce que las víctimas fueron engañadas con algún propósito.
Nuevas pistas conducen a Taylor y su equipo a interrogar a dos estudiantes que tomaron clases de buceo con los fallecidos. Mientras Mac les hace preguntas, Stella registra su apartamento y encuentra fotos subacuáticas de túneles, redes de alcantarillado, imágenes aéreas del East River y restos de uranio. Los C.S.I. no tardan en deducir que se encuentran ante un maquiavélico plan para volar un objetivo, y que ese objetivo no es otro que la comitiva de un controvertido mandatario extranjero que asiste a una reunión en la sede de Naciones Unidas.
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