En su trayecto entre Bogotá y la pequeña isla caribeña de San Andrés, el vuelo 8250 de Aires es sacudido por una gran tormenta tropical. Pese a que la tripulación espera escapar de las duras condiciones climáticas, son golpeados por fuertes vientos y violentas lluvias durante su aproximación final, chocando contra el suelo muy cerca de la pista de aterrizaje. Aunque los pilotos aseguran que la culpa es de las condiciones climáticas, los investigadores, en último extremo, revelan que la causa del accidente se encontraba dentro de sus cabezas.