El 25 de enero de 1990, el vuelo 52 de Avianca fue retrasado varias veces debido al mal clima durante su aproximación a Nueva York, haciendo que se le empezara a agotar el combustible. Las cizalladuras obligaron a los pilotos a abortar la aproximación a poco más de un kilómetro de la pista y volvieron a intentarlo, pero el controlador, desconociendo que el vuelo llevaba poco combustible, lo asignó a un patrón de espera. El avión, eventualmente, se quedó sin combustible y se estrelló en Long Island, matando a 73 de las 158 personas a bordo. La causa se atribuyó, principalmente, a que la tripulación no informó apropiadamente la situación de emergencia.