El cielo de Valleperdido ya no tiene el mismo color, no brillan las estrellas y el viento sopla fuerte, rabioso. Sandra está arrodillada en el suelo abrazada al cuerpo inerte de Culebra. Intenta reanimarlo para que abra los ojos y la mire, aunque sea por última vez, pero ya nada vale porque Culebra se ha ido para siempre. Entonces Sandra furiosa mira al cielo y, rabiosa de dolor, lanza dos enormes rayos que provocan truenos y relámpagos.